viernes, 17 de diciembre de 2010

Los Predicadores

Los Manic Street Preachers editaron un disco notable "Postcards From A Young Man" y Leonardo Aguirre escribe sobre la banda de Gales que logró combinar sensibilidad, izquierda radical francesa y grandes canciones.

Los Manic Street Preachers han logrado algo que pocas bandas consiguen: nunca pasan desapercibidos. Podrán gustar más o menos pero nunca se perderán en la intrascendencia en la que navegan tantos otros, siempre dejan una marca. Y la razón de este logro es muy sencilla: hacen honor a su nombre, son predicadores callejeros. Y como cualquier predicador están convencidos de los poderes del rock, de la palabra y lo comparten en las calles, con el pueblo, no son predicadores de reductos exclusivos. Es así como a lo largo de 21 años (parece mentira que ya ha pasado casi un cuarto de siglo desde su debut) han cantado convencidos de todos los temas posibles: desde el fascismo hasta la destrucción de las clases trabajadoras británicas, pasando por cáncer de piel, anorexia y holocausto entre tantos otros temas. A veces a las apuradas, apilando palabras, otras con declaraciones provocadoras y grandilocuentes, otras abusando de las citas, pero nunca con medias tintas, siempre conscientes de su posición privilegiada para aportar luz (y belleza) sobre los temas que importan. Y esta característica se agiganta en tiempos donde la inmediatez y la intrascendencia es la norma (¿alguien sigue escuchando los discos de Clap Your Hands Say Yeah?).

Postcards from a young man es según Nicky Wire, bajista y letrista del trío, el último intento de la banda para llegar a las masas. Tarea complicada por el contexto cultural adverso, pero no por su falta de méritos. Muy coherentemente, desde el inicio de su trayectoria, se dieron cuenta que la mejor forma de hacer llegar su palabra era a través de la música que todos escuchan, nada de influencias difíciles de decodificar: The Clash, Guns N’ Roses, Glam, rock de guitarras…nada más y nada menos. Asi fue como en los últimos quince años, especialmente desde el fundamental Everything must go (96), se transformaron en un nombre siempre presente en los rankings, en los pubs, básicamente se convirtieron en una banda del pueblo ¡Error imperdonable para la intelligentzia cool del rock! Problema de ellos. Al igual que Morrissey, de alguna forma un artista de similares características, los Manics han podido llevar a las masas preocupaciones, imágenes y temas que en principio parecían incompatibles con el gran público. Y esta característica se agiganta en tiempos donde la réplica de las formas y el olvido del contenido es la norma (¿alguien sigue escuchando los discos de Franz Ferdinand?).

Digámoslo claramente: los Manic Street Preachers han editado un hermoso disco. Luego del alivió que significó exorcizar los recuerdos del desaparecido Richie Edwards con la edición de su anterior trabajo, el trío destiló lo mejor de su obra en doce canciones instantáneas pero con destino de permanencia y rebosantes de la lucidez que genera la madurez… “estas son las postales de un hombre joven, quizás nunca más se escriban o se publiquen” Sólo por las dudas disfrutemos de estas, lamentablemente, cada vez más extrañas muestras de belleza.

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