lunes, 19 de diciembre de 2011

Somos Nosotros: A diez años del #19y20 - Texto Ramiro Giganti



Era un fin de año caótico, como suelen ser todos. No había un mango por ningún lado, y todo el mundo de quejaba de lo mal que estaba todo, como solía pasar siempre. Pero había algo distinto que se venía. Quizás lo novedoso era que esta vez, a diferencia de los fines de año anteriores (al menos los recientes, en la década de los 90) la mayoría de quienes que se quejaban (en especial la clase media) tenía razón: no se trataba de un grupo de menemistas llorones que querían ir a Miami a comprar electrodomésticos, pero que se cagaban en los bajos salarios de los docentes, en los pibes sin futuro, o en que el desempleo crecía. La protesta era colectiva. El “hijo de puta” de Cavallo, que 6 años y medio antes le había hecho ganar la reelección al innombrable, esta vez (¡y a buena hora!) era reconocido como tal por las mayorías, era lo que siempre fue: el enemigo del pueblo, un sujeto despreciable.  


                                                          Foto: Nicolás Pouthomis


Para los que nacimos durante la dictadura, o quienes llegaron todavía después, lo que se venía era totalmente desconocido, al menos en la experiencia, era la historia que leíamos, o veíamos en documentales, de movilizaciones se hablaba poco, las tomas de escuelas en los secundarios eran más ficticias que alguna buena película de David Lynch, o incluso que los efectos especiales de algún policial pedorro de Adrián Suar que batió record en recaudaciones en esos años.

Pensar en escuelas secundarias tomadas por sus estudiantes, o simplemente estar en la calle enfrentando los gases y volteando presidentes en plural era realmente difícil de creer posible para quienes fuimos adolescentes en los años 90. Esos que empezaron con una invasión a Irak casi sin movilizaciones (solo se sabe de una de apenas 2.000 jóvenes en Seattle, en enero del 91, probablemente no sea casualidad que esa ciudad nos haya dado pocos meses después algunas de las mejores bandas de rock de esos años y probablemente lo último que haya valido la pena escuchar, y esa misma ciudad haya cerrado la década con aquella batalla contra la OMC), que en Buenos Aires solo veíamos algunas lucecitas en la oscuridad que llegaban por CNN el único medio que “comunicaba” (o mejor dicho desinformaba) lo que supuestamente estaba pasando.  Ese país imperialista, además de masacrar a chicos en Medio Oriente (algo que hoy en día sigue haciendo) se preparaba para recibir a miles de Argentinos que con dólares baratos comprarían todo lo que ese a su alcance, y para no ser elitista, a quienes no viajen, el gobierno se encargaría de importarles todo. A cambio, muchos le retribuirían esa cortesía con el voto del 14 de mayo del 95, dos días después de mi cumpleaños número 18 y que sorpresivamente me encontró en los padrones para darme el gusto de “no votar” a ese sujeto: perdí como casi siempre… y si digo “casi” es justamente por aquel 19 de diciembre del 2001, y los meses siguientes.  Ese, posiblemente haya sido el único período en toda mi vida donde “no perdí”.




Quienes estuvimos no vimos todo, estuvimos en algún lugar, en alguna calle, mientras pasaban muchas cosas a la vez. Nuestros relatos de lo que fueron esos días van a estar impregnados de lo que vimos después, de lo que también pasaba en otros lugares, a veces en otra ciudad, a veces a una cuadra y media de donde estábamos entre los gases.

   Foto: Nicolás Pouthomis

El 19, era un típico día de diciembre, no recuerdo exactamente el clima así que no voy a decir “soleado” pero evidentemente no llovía y hacía calor. El estado de sitio motivado por la excusa de los saqueos, no ayudo, ni logró frenar los cacerolazos. Pero si algunas actividades militantes planeadas con mucho tiempo de anticipación, que obviamente se vieron excedidas por estos acontecimientos. Por ejemplo, en mi caso, había ido con unos compañeros a un escrache que H.I.J.O.S había convocado y venía preparando (como solía hacer los fines de año) a algún genocida impune. En este caso la cita era en Villa Urquiza para escrachar a Aramburu. Al llegar a la esquina, los militantes de H.I.J.O.S agradecieron a quienes fuimos y nos confirmaron que por el estado de sitio decidieron suspender la movida. El escrache se finalmente se haría el 20 o 21 de marzo del 2002 (no recuerdo el día exacto pero fueron pocos días antes del 24), y gracias al contexto militante contaría con una enorme cantidad de personas, que marchamos en un 2x1 escrachando a Aleman y Aramburu.

Pero volviendo al 19, como eso era en Villa Urquiza, improvisamos una reunión, cerca, por Belgrano. En las calles se escuchaban los cacerolazos en varias cuadras. Al llegar a la esquina de Cabildo y Juramento, la calle estaba cortada. Esa esquina enorme solo conocía algún corte de calle en los festejos cuando la selección ganaba en el mundial, pero, creo que nunca antes, y desde el 2003 nunca más tuvo cortes por algún reclamo político. La gente llegaba en cantidades y se veía que a 10 cuadras también había otro corte. Llegaban noticias de que en la plaza de Mayo había mucha gente y que la mano estaba jodida. En algún momento empezamos a marchar, sumando gente de esquinas que también estaban, hasta llegar a la quinta de Olivos. El ambiente era extraño, no era el más combativo, era zona norte, de hecho había varios fachos. Se reconocerlos, entre otros por el bigote y los lentes onda “poncharello”, también había medios recolectando alaridos para los noticieros. No me la podía perder, tenía que intervenir, no podía dejar que los fachos hablen y pidan cualquier cosa en un momento tan delicado, así que en una me mandé, y pedí al aire que se vayan todos: radicales, peronistas y MILICOS (lo pongo en mayúscula porque lo dije con fuerza) y me saltó uno de estos personajes de bigote y lentes a decirme algo como “ehh paráaa”, no recuerdo que dije pero en la respuesta varios se sumaron y el facho, en inferioridad numérica, se fue. Después más tranquilamente lo pensé y ahí me di cuenta de algo: por primera vez había ganado, y “de visitante”, en Zona norte (en realidad no de visitante, viví en zona norte mucho tiempo pero justamente perdía siempre contra la mayoría de fachos). Esta vez, yo no estaba en contra de todos, como solía pasar, estaba con todos.

 Foto: Nicolás Pouthomis


El 20, fue más jodido, más arriesgado, porque ahí si me fui para la plaza. La impuntualidad, puede que me haya salvado, porque llegue un poco más tarde que los conflictos, de hecho ese día no llegué a la plaza, de los golpes de la montada a las madres me enteré después. Entre idas y vueltas, entre los gases, que nos hacían retroceder, lo más cerca que estuve habrá sido a media cuadra. No siempre por Avenida de Mayo: doblábamos en alguna que cortaba y a los minutos intentábamos volver a avanzar. Recuerdo ver como enfrente le daban con todo al banco Comafi, también alguna que otra escena, pero que en días posteriores volvería a ver: la emotiva imagen de tipos de saco y corbata totalmente sacados tirándole piedras a los bancos. La bronca de ese momento, impregnada de adrenalina, y no voy a mentir: también un poco de cagazo, hoy se me presenta como un recuerdo romántico. Recuerdo que para el momento de la renuncia yo ya había salido de la zona jodida, y estaba llegando a la facultad (Marcelo T en Sociales), que igualmente estaba cerrada, por todo eso, supuestamente Tomaban finales de Sociología General y yo tenía que ir a que me firmen la libreta: la firma nunca llegó a la libreta. Después me encontré con compañeros, nos juntamos en la casa de un amigo, a ver que salía en televisión y comentar un poco esto.  En los medios se hablaba un poco de todo: de la renuncia, repitiendo la imagen del helicóptero hasta el cansancio, también un poco de los muertos, pero mucho  de los saqueos. En las calles la agenda era otra.

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